domingo, 23 de noviembre de 2014


El Don Juan Tenorio.

Don Juan iba caminando junto con su caballo, en una noche profunda donde se escuchaban a los murciélagos revolotear y algún que otro búho se podía divisar. Estaba tan distraído con el murmullo de esos animales salvajes y del movimiento de los árboles agitados por el viento, que, cuando vio de sopetón la gran cruz metálica que había en la verja de un cementerio se calló del caballo ipso facto. Tras un rato de espantosos gritos causados por el dolor que le había creado la caída se puso en pié a la vez que se sacudía sus prendas para quitar la tierra y la hierba que se le había quedado pegada en ellas. Al momento se dio cuenta de que ese cementerio es en el que están enterrados todos sus difuntos conocidos, entre ellos Doña Inés.

Entonces decidió entrar, cuando fue a abrirla, se percató de que estaba roñosa y llena de telarañas con insectos en su interior. En el momento en el que empezó a empujar esa gigante verja, un agudo y fuerte chirrido, el cuál, hizo salir volando a una bandada de cuervos negros como la noche de donde estaban descansando asustándose así Don Juan. Era un hombre normalmente envalentonado aunque esa noche por motivos que nadie se puede explicar era tan asustadizo y miedoso como un niño pequeño.

Tras un rato caminando por los interiores de ese cementerio y observando continuamente todo lo que pasaba a su alrededor. Don Juan se quedó petrificado con una cara pálida de mal estar y aunque intentó gritar no pudo debido al shock. La estatua de Don Gonzalo que tantas veces había visto de pies encima de su tumba en ese mismo cementerio, esas noches estaba sentada con las piernas cruzadas y con una sonrisa debido a la respuesta de Don Juan al verle. La estatua de piedra se levantó y con pasos firmes se dirigió hacia el pobre hombre que parecía otra estatua ya que permanecía inmóvil

Cuando la estatua de Don Gonzalo llegó a la posición del indefenso hombre, este se puso de rodillas mirándole a la cara con una expresión de piedad. En ese momento la estatua dijo: "Levántate insensato, aún no es tu hora, así que, sígueme".  Don Juan obedeció y siguió a la estatua hasta una pequeña fuente que había en el centro del cementerio. Don Gonzalo bebió del agua y entonces poco a poco la piedra se fue agrietando y seguidamente cayéndose dando lugar así a una piel putrefacta una cara descompuesta y con lombrices saliéndose de la nariz. Todas las características de un verdadero zombi. 

Las campanas sonaron anunciando así la media noche. A la vez que sonaban, el suelo temblaba y Don Juan cada vez temía más que su vida llegase a su fin y fuese arrastrado al infierno con Don Gonzalo. Cuando las campanas dejaron de sonar se podía ver como manos cabezas y pies asomaban del suelo haciendo que más tarde saliesen todas las partes de cuerpos putrefactos como el de Don Gonzalo

Todos los zombis que habían salido de sus tumbas esa noche habían rodeado a Don Juan y Don Rodrigo. El que antes fue el padre de Doña Inés ahora agarraba de la mano a Don Juan para que este les acompañase a la otra vida. En el instante en el que Don Juan le cedió la mano al zombi habiendo así un acto en el cual aceptaba el castigo por todos sus pecados. Tras el zombi se abrió un portal el cual tenía tres puertas abiertas donde estaban; en la primera puerta Dios con la mano abierta para darle la bienvenida, de la segunda salía una potente luz que irradiaba un punto al final de un pasillo y en la tercera y última estaba lo más temido por Don Juan, el Demonio que yacía con un látigo en la mano y haciendo señales para que fuese hacia él.

El zombi de Don Rodrigo entró al portal junto con Don Juan en dirección hacia la tercera puerta cuando de repente Doña Inés apareció de forma angelical entre el que fue su padre y la puerta. Explicando cuales son los motivos por los que don Juan no iba a ser castigado jamás por el diablo. 
Doña Inés: "he estado hablando con Dios y le he contado que eres una buena persona aunque hayas hecho malas acciones, así que lo reflexiono y en vez de ir al infierno irás al limbo pero aún así no te perdona la vida por lo que tendrás que venir con nosotros".

Tras oír esas palabras Don Juan rompe a llorar y va a abrazar a su amada Inés. Esta le coge de la mano y le lleva pasito a pasito hacia la segunda puerta, donde Don Juan podrá disfrutar de la otra vida aunque desafortunadamente sin ella, ya que Doña Inés tiene que ir al cielo.


Así acaba esta leyenda del Don Juan Tenorio.
  







                                                                    Juan Diez Terán 
                                                                              IES LAS LLAMAS - 4º B ESO
                                                                                    Astillero, a 23 de noviembre de 2014

1 comentario:

  1. Por favor, Juan, me he quedado impactado (para bien) con la lectura de tu composición. Es sencillamente soberbia, porque no esperaba que ningún alumno pudiera realizar un ejercicio de creación tan inspirador, tan imaginativo, tan extenso, cuando plantee la actividad. Has superado mis expectativas y créeme que estoy más que satisfecho con este trabajo y con tu interés por que la carta al director fuese correcta. Dice mucho de ti.

    En cuanto a la expresión, tengo que destacar que realizar un esfuerzo notable por expresarte de forma correcta y por evitar los errores, cosa que valoro muy positivamente, no creas. No obstante, en algún caso cometes algún error que el procesador de textos no puede señalarte: por ejemplo, escribes "se calló del caballo ipso facto", cuando es "se cayó". "Callarse", "se calló", son el mismo verbo. Me temo que es una falta grave.

    No obstante, Juan, vamos por el buen camino y te animo a seguir esforzándote y demostrando en mi materia el mismo espíritu competitivo que te lleva a nadar cada vez más rápido.

    P.D.: Por cierto, plantéate el cambio del color del fondo y de la fuente de tu blog porque son molestos a la vista.

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