El Don Juan Tenorio.
Don Juan iba caminando junto con su caballo, en una
noche profunda donde se escuchaban a los murciélagos revolotear y algún que otro búho se podía divisar. Estaba tan distraído
con el murmullo de esos animales salvajes y del movimiento de los árboles
agitados por el viento, que, cuando vio de sopetón la gran cruz metálica
que había en la verja de un cementerio se calló del caballo ipso facto. Tras un
rato de espantosos gritos causados por el dolor que le había creado la caída se puso en pié a la vez que se sacudía
sus prendas para quitar la tierra y la hierba que se le había quedado pegada en ellas.
Al momento se dio cuenta de que ese cementerio es en el que están enterrados
todos sus difuntos conocidos, entre ellos Doña Inés.
Entonces decidió entrar, cuando fue a abrirla, se
percató de que estaba roñosa y llena de telarañas con insectos en su interior.
En el momento en el que empezó a empujar esa gigante verja, un agudo y fuerte chirrido, el
cuál, hizo salir volando a una bandada de cuervos negros como la noche de donde
estaban descansando asustándose así Don Juan. Era un hombre
normalmente envalentonado aunque
esa noche por motivos que nadie se puede explicar era tan asustadizo y miedoso
como un niño pequeño.
Tras un rato caminando por los interiores de ese
cementerio y observando continuamente todo lo que pasaba a su alrededor. Don
Juan se quedó petrificado con una cara pálida de mal estar y aunque intentó
gritar no pudo debido al shock. La
estatua de Don Gonzalo que
tantas veces había visto de pies encima de su tumba en ese mismo cementerio, esas
noches estaba sentada con las piernas cruzadas y con una sonrisa debido a la
respuesta de Don Juan al verle. La estatua de piedra se levantó y con pasos
firmes se dirigió hacia el pobre hombre que parecía otra estatua ya que
permanecía inmóvil.
Cuando la estatua de Don Gonzalo llegó a la posición del indefenso
hombre, este se puso de rodillas mirándole a la cara con una expresión de
piedad. En ese momento la estatua dijo: "Levántate insensato, aún no es tu hora, así que, sígueme". Don Juan obedeció y siguió a la estatua hasta
una pequeña fuente que había en el centro del cementerio. Don Gonzalo bebió del agua y entonces poco a poco
la piedra se fue agrietando y seguidamente cayéndose dando
lugar así a una piel putrefacta una cara descompuesta y con lombrices saliéndose de
la nariz. Todas las características de un verdadero zombi.
Las campanas sonaron anunciando así la media noche. A
la vez que sonaban, el suelo temblaba y Don Juan cada vez temía más que su vida
llegase a su fin y fuese arrastrado al infierno con Don Gonzalo.
Cuando las campanas dejaron de sonar se podía ver como manos cabezas y pies
asomaban del suelo haciendo que más tarde saliesen todas las partes de cuerpos
putrefactos como el de Don Gonzalo.
Todos los zombis que habían salido de sus tumbas esa
noche habían rodeado a Don Juan y Don Rodrigo. El que antes fue el padre de
Doña Inés ahora
agarraba de la mano a Don Juan para que este les acompañase a la otra vida. En
el instante en el que Don Juan le cedió la mano al zombi habiendo así un acto en
el cual aceptaba el castigo por todos sus pecados. Tras el zombi se abrió un
portal el cual tenía tres puertas abiertas donde estaban; en la primera puerta
Dios con la mano abierta para darle la bienvenida, de la segunda salía una
potente luz que irradiaba un punto al final de un pasillo y en la tercera y
última estaba lo más temido por Don Juan, el Demonio que yacía con un látigo en la mano y
haciendo señales para que fuese hacia él.
El zombi de Don Rodrigo entró al portal junto con Don
Juan en dirección hacia la tercera puerta cuando de repente Doña Inés apareció de forma angelical entre el
que fue su padre y la puerta. Explicando cuales son los motivos por los que don
Juan no iba a ser castigado jamás por el diablo.
Doña Inés: "he estado hablando con Dios y le he contado que eres
una buena persona aunque hayas hecho malas acciones, así que lo reflexiono y en
vez de ir al infierno irás al limbo pero aún así no te perdona la vida por lo
que tendrás que venir con nosotros".
Tras oír esas palabras Don Juan rompe a llorar y va
a abrazar a su amada Inés. Esta le coge de la mano y le lleva pasito a pasito
hacia la segunda puerta, donde Don Juan podrá disfrutar de la otra vida aunque
desafortunadamente sin ella, ya que Doña Inés tiene que ir al cielo.
Así acaba esta leyenda del Don Juan Tenorio.
Juan Diez Terán
IES LAS LLAMAS - 4º B ESO
Astillero, a 23 de noviembre de 2014